12 de febrero de 1818: ¿Una independencia para todos?
- Punto Valpo
- 12 feb
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Actualizado: 13 feb

El 12 de febrero de 1818 es una fecha emblemática en la historia de Chile. Ese día, Bernardo O'Higgins proclamó oficialmente la independencia del país en una ceremonia solemne en Talca, marcando el fin del dominio español. Sin embargo, como bien señala el historiador Rafael Sagredo, la independencia fue, en gran medida, la obra exitosa de la elite criolla, que consolidó su poder y perpetuó un orden social excluyente. Este relato triunfalista, que ha dominado la historiografía tradicional, ha invisibilizado a otros actores clave, como los pueblos originarios y las mujeres, cuyas experiencias durante y después del proceso independentista fueron marcadas por la marginación y la exclusión.
Los pueblos originarios: entre la esperanza y la traición del Estado chileno
Cuando Chile se independizó de España, muchos pueblos originarios albergaron la esperanza de que el nuevo Estado respetaría sus derechos y territorios. Sin embargo, como señala Sagredo, la independencia no significó una liberación para todos, sino más bien el acceso al poder de una elite criolla que perpetuó un orden autoritario y excluyente. Para los mapuche, por ejemplo, la independencia no trajo consigo el respeto a su autonomía, reconocida durante la colonia en tratados como el Parlamento de Quilín (1641). Por el contrario, el Estado chileno implementó políticas de ocupación y asimilación forzada, como la llamada "Pacificación de la Araucanía" (1861-1883), que el historiador José Bengoa describe como una "guerra de exterminio". Millones de hectáreas de tierras mapuche fueron arrebatadas, y su autonomía política y cultural fue destruida en nombre del "progreso" y la "civilización".
Esta traición no se limitó a los mapuche. Otros pueblos originarios, como los aymara, quechua, rapanui y selk'nam, también enfrentaron políticas de despojo y exclusión. En el norte, las tierras de los aymara y quechua fueron expropiadas para la explotación minera y agrícola. En el sur, los selk'nam fueron víctimas de un genocidio perpetrado por colonos y el Estado a fines del siglo XIX. Y en Rapa Nui, la anexión de la isla en 1888 no respetó los derechos de sus habitantes, quienes fueron sometidos a un régimen de explotación y marginación.
El papel de la mujer en la independencia: protagonistas invisibilizadas
La independencia de Chile no solo marginó a los pueblos originarios, sino que también relegó a las mujeres a un papel secundario en la narrativa histórica. Aunque figuras como Bernardo O'Higgins y José Miguel Carrera ocupan el centro de la historia, las mujeres también fueron protagonistas clave en este proceso. Sin embargo, como señala Sagredo, el relato dominante ha sido "aristocratizante, elitista y triunfalista", ocultando las contribuciones de quienes no pertenecían a la elite criolla.
Las mujeres de la elite: figuras conocidas, pero no únicas
Algunas mujeres de la elite, como Paula Jaraquemada y Mercedes Fontecilla, han sido reconocidas por su apoyo a la causa independentista. Paula Jaraquemada, por ejemplo, convirtió su hacienda en un refugio para patriotas, mientras que Mercedes Fontecilla participó en redes de apoyo a los perseguidos políticos durante la Reconquista. Sin embargo, como bien señala Isabel Cruz en Mujeres de la Independencia: Las precursoras (2005), estas historias son solo una parte de un panorama más amplio.
Las mujeres populares: heroínas anónimas
Las mujeres de sectores populares también desempeñaron un papel crucial, aunque sus nombres rara vez aparecen en los libros de historia. Campesinas, artesanas y mujeres de clase media participaron en labores de abastecimiento, cuidado de heridos y transmisión de información. En las zonas rurales, muchas escondieron a patriotas perseguidos y les proporcionaron alimentos y refugio. En las ciudades, participaron en redes clandestinas de comunicación, arriesgando sus vidas para mantener viva la resistencia.
Maximiliano Salinas Campos, en Historia de las mujeres en Chile (2003), destaca que estas mujeres no solo enfrentaron los rigores de la guerra, sino que también sufrieron las consecuencias de la pobreza y la violencia. Sin embargo, sus historias han sido relegadas al olvido, y sus contribuciones rara vez se reconocen.
La independencia: un nuevo país con viejas desigualdades
La declaración de la independencia de Chile fue un hito histórico, pero también reveló las contradicciones del nuevo Estado. Mientras la elite criolla celebraba su acceso al poder, los pueblos originarios y las mujeres quedaron al margen de la promesa de emancipación. Como señala Sagredo, el orden que se consolidó tras la independencia estuvo marcado por el autoritarismo y la represión, que se manifestaron en políticas de exclusión y marginación.
Hoy, en el siglo XXI, la historia de la independencia sigue siendo revisada y resignificada. La memoria histórica nos invita a reconocer que la libertad no fue para todos, pero que la lucha por la inclusión y la equidad sigue vigente. Como bien dice Bengoa en su obra, la historia no es solo lo que pasó, sino también lo que nos queda por contar. Y en esa historia, los pueblos originarios y las mujeres tienen mucho que decir.
Referencias:
- Bengoa, José (1985). Historia del pueblo mapuche. Santiago: Ediciones Sur.
- Cruz, Isabel (2005). Mujeres de la Independencia: Las precursoras. Santiago: Editorial XYZ.
- Salinas Campos, Maximiliano (2003). Historia de las mujeres en Chile. Santiago: Editorial ABC.
- Pinto, Jorge (2003). La formación del Estado y la nación, y el pueblo mapuche. Santiago: Ediciones de la Universidad de la Frontera.
- Sagredo, Rafael. Reflexiones críticas sobre la historiografía chilena y el Día de la Independencia.
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